lunes, 5 de noviembre de 2012

Tradición entre el dolor y la alegría

En el Cementerio Municipal de Camoapa es común para los visitantes llevar música ranchera interpretada por Mariachis locales, aquí como en toda Nicaragua las expresiones culturales y religiosas se mezclan en el Día de los Difuntos. Foto RCE
La primera vez que tuve que enfrentarme a la muerte de un familiar tenía 15 años. Estudiaba en el Colegio de la Asunción y recuerdo que por la tarde al regresar a casa me topé con la triste noticia de que mi abuelo Anastacio Chávez Ramírez había sufrido un accidente con su camioneta.
Luego en 1995 sufrí otra pérdida, una de mis mejores amigas falleció cuando estabamos a pocos meses de bachillerarnos, justo antes de Semana Santa. Cristiana Gallo, era una chica que brillaba con luz propia, con toda la vida por delante, pero un accidente de tránsito acabó con su vida y la de otra compañera de estudio, Angélica.
Todos los años cuando es el día de los muertos, a estos seres queridos los tengo en mi memoria. No voy al cementerio. Sé que es una tradición en mi país, visitarlos incluso ir a misa y realizar diversos ritos religiosos, pero algo en mí no va de acuerdo a este acto ancestral del Dia de los Difuntos.
Yo prefiero pensar en la muerte como un traspaso de esta existencia a otra, no en vano la creencía cristiana asegura que realmente no morimos, pues nuestra alma permanece intacta a la espera del regreso de Jesucristo. Yo prefiero pensar que ellos, mis seres amados que por siempre estarán vivos en mis recuerdos.

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